sábado, 8 de noviembre de 2008

Vallas y fronteras

Todavía no hemos remontado la época de los reinos de taifas. Tampoco hemos ido más allá de las ideas de los clásicos en cuanto a política. Las teorías políticas parecen haberse agotado. No ha surgido, todavía, la mente prodigiosa capaz de crear una nueva filosofía del hombre, del territorio, de la economía, de la sociedad: estamos permanentemente hablando de lo mismo, pero con ligeros matices para decir que es algo novedoso. Pero no.

Por una parte, el mundo tiende a la globalización. Es cierto que no se ha logrado aún definir este nuevo concepto, pero se habla de él como si estuviese definido y, lo más curioso, se le aplica a la práctica, esperando a ver por dónde van las cosas y así poder explicarlo; se apoya, entre otros muchos aspectos, en la tecnología informática, en el derribo teórico de fronteras, en la anhelada moneda única (como si fuese la panacea y no la causa de la crisis que el mundo está sufriendo), en una lengua común, y en el aprovechamiento de los recursos, especialmente humanos, más baratos que ofrecen los terceros mundos, para luego aplicar los resultados a los países poderosos, con más altos medios económicos, acrecentando el precio de lo producido pero dejando de lado a aquellos que elaboraron los artículos con su esfuerzo y su sudor y su cansancio, que no dejan de seguir muriéndose de hambruna y enfermedades, con las más altas tasa de mortalidad del planeta, pero también con las más altas tasas de natalidad; y eso está bien, porque “cuanto más joven sea la población laboral, más capacidad tendrá para seguir produciendo” a cambio de sueldos de miseria, mientras que la selección natural potenciada por los poderosos sigue mermando a los ancianos, que ya no sirven a los cuarenta año de edad, y a los niños endebles o discapacitados; aún así, ocasionalmente puede utilizárseles, con total impunidad, como cobayas humanos o para trasplantes de órganos, entre otros fines.

Mientras, se asegura que el nacismo ya no existe porque, salvo algunos chiflados que lo practican y desean que sobreviva, no tiene cabida ni espacio en la sociedad moderna y occidentalizada, pues las tiranías y las políticas excluyentes están mal vistas y denostadas.

Por otra parte, en nuestro país se sigue potenciando la partición y el separatismo, aunque sagazmente se habla de unidad estatal. Se han multiplicado las autonomías y se ha subdividido el territorio en parcelas en las que gobiernan unos pocos, que resultan ser los elegidos por otros pocos, a los que, en general, la mayoría no les conocemos, pero que son los que nos administran, al fin y al cabo, y dirigen, negocian y gastan el peculio de la colectividad, y de los que la generalidad, electores o no, hablamos casi perennemente mal, pues no siempre llueve al gusto de todos. Decía un paisano mío que, para él, el estado ideal era el de ser comunista pues, con lo que ya tenía y con lo que tenían que darle del reparto de los bienes de los demás, se haría rico, muy rico. No es aplicable a la mayoría esta reflexión, pero sí lo es para muchos, aunque aparenten lo contrario: viva yo y los demás que se arrimen, si les queda sitio.

Lo extraño es que, aunque no se las mencione, por ser también políticamente incorrecto, siguen existiendo fronteras, no sólo lingüísticas sino laborales y sociales. ¿Se van a colocar vallas electrificadas y con alambre de espinos, por tierra, y se va a minar el litoral en nuestra tierra? Lo digo por eso del abuso y la xenofobia de otras comunidades, como la vasca, tal como se escribe en la prensa de hoy, pues ¿a qué viene que a los inmigrantes, sobre todo marroquíes (entiéndase “árabes”), sean embarcados en autobuses y trenes, con viaje pago y una notita manuscrita, para más inri, con la dirección de la policía gallega, entregada por el político de turno?, ¿cuándo le tocará a los gitanos, a los rumanos, portugueses y otras razas no vascas?, ¿y al resto de los españoles, entiéndase andaluces, castellanos, extremeños, gallegos, murcianos, etc?. Me temo que son un procedimiento y una filosofía copiados, desgraciadamente, que puede ser contagiosos, con la mera disculpa de que uno ha de proteger su entorno y su hogar, aunque el “entorno” sea nuestro país (entiéndase “comunidad”) y nuestro “hogar” nuestra propia “aldea”. Porque, ¿acaso no es esta patriotería la hermana del racismo y la xenofobia?.

A todos nos gusta que las cosas se hagan legalmente. Apoyemos esa idea, pero no consintamos que cada administración se lance por sus fueros y menos que abuse de las demás utilizando a los sin papeles, a los que no tienen dónde caerse muertos, a los que ya han sufrido tanto que ni les importe su destino, a los que se les desautorizó ante el mundo, como triste moneda de cambio.

Yo me pregunto: ¿se actuaría del mismo modo si estas personas aportasen capital, aunque no conociesen la lengua y careciesen de papeles?. Dejo la pregunta en el aire.


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