miércoles, 7 de octubre de 2009
Nuevas lecturas
“El Ocho” (Katherine Neville, Ramdom House Mondadori, S.A., 2007). Novela pretenciosa, poco creible, que redunda en el tema, tan manido últimamente, de enlazar una búsqueda a lo largo de una serie de personajes históricos, países diversos, culturas diferentes, etc, hilados al azar, a partir de la Edad Media y hasta la actualidad. Divertida para los amantes de este tipo de literatura, pero pesada para los que ya hemos leído sobre el tema. Es poco original. La autora, americana, se desenvuelve mejor, a pesar de estar considerada como una de las mejoras escritoras en lengua inglesa de los noventa, en el terreno del ensayo, como en “Riesgo calculado”.
“Dolores Claiborne” (Stephen King, Ediciones B.S.A., 1993) es una novela realista, cruda, fría, concienzuda, de profundo análisis sicológico de una asesina premeditada y consciente que, con plenitud mental, describe cómo, por qué, cuándo, dónde, ha desarrollado toda la parafernalia para llevar a cabo el asesinato de su esposo. Magníficamente desarrollada. Bien escrita. Muy aconsejable para su lectura y conocimiento. Tiene moraleja, a pesar de su acritud.
“Sin destino” (Imre Kertész,Quaderns Crema, S.A., 1975). Extraordinaria novela del Premio Nóbel húngaro del 2002. Realismo, verismo, sentido del humor, sufrimiento. Autobiográfica. Descarnada e inocente, pues el protagonista todavía ve la posibilidad de felicidad en el mundo de Dachau, Auschwitz, Buchenwald, etc. Es muy digna, diría yo que una obra maestra. Debe leerse, indudablemente.
“La repudiada” (Eliette Abécasis, Editions Albin Michel, S.A., 2000) es la novela más hermosa que he leído en muchos años y la mejor de la autora, de la que conozco toda su obra (“Qumran”, “El oro y la ceniza”, “El tesoro del templo”). Es tierna, dulce, cruda, increíble. Describe el trágico sentido del deber por razones religiosas fanatizadas, dando primacía a la ortodoxia más extrema frente a los sentimientos y a la libertad de palabra, de pensamiento y de decisión. Los actos del individuo se somenten a la arbitrariedad de unos mandatarios familiares y o de la comuna que creeen poseer la verdad porque no saben salirse de unos cánones caducos, cuando no arbitrarios, en el régimen del judaísmo maś cruel. Imprescindible en toda biblioteca que se precie.
“Los años del miedo” (Juan Eslava Galán, Editorial Planeta, S.A., 2008). Ensayo muy interesante para todos, en especial para los que, como yo, han vivido el franquismo en toda su extensión. Útil para los beneficiados como para los perjuidicados por él, pues refiere con naturalidad los hábitos, las costumbres, lo métodos y sus consecuencias, de aquella época tan próxima y tan lejana a la vez. Debe leerse. La información que facilita es extensa y real. Es una parte de la historia descrita con veracidad y elegancia, como el autor ya nos tiene acostumbrados.
“¡Sentinela, alerta!” (María Xosé Queizán, Edicións Xerais de Galicia, SA., 2002). Preciosa colección de relatos con un denominador común: la cárcel. Personajes afligidos, cómicos, a la vez, cargados de dolor y desesperanza, que transcurren por las páginas del libro como héroes anónimos dignos de comprensión y compasión. Es una joya d ella literatura en Gallego. Debe leerse, es de agradable lectura. Útil como medio para inducir a leer Gallego en los colegios.
“La lámpara de Aladino” (Luis Sepúlveda, Tusquetes Editores, S.A., 2008). Libro de cuentos de este magistral escritor chileno. Para todas las edades. La perfección se halla en cada una de sus páginas. Es de obligatoria lectura.
Una vez más, de vuelta al Blog
5 / 09 / 09
Vuelvo a retomar el blog. Han transcurrido varios meses de presunto silencio. No lo ha sido porque en el ínterin han habido artículos (que incluiré en el blog), trabajo cotidiano, asistencia reuniones científicas, abundante trabajo en casa y muchas lecturas (menos de las que gustaría presumir) de las que también haré comentarios sucintos, y escaso tiempo para el ocio y para disfrutar con tranquilidad de mi tiempo.
Haré una incursión sobre las lecturas que más me han impactado, para bien o para mal, pero que han exigido mi atención a lo largo de todo este periodo. Hablar de todas sería eternizarse, pues las profesionales no figuran en la intención de estos comentarios.
E inicio con la obra que os ofrecía en el texto previo.
“La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” (Stieg Larsson, Ediciones Destino, S.A., 2008). Más meritoria que la primera parte. Sigue la actividad de Lisbeth Salander, la muchacha transgresora y extraordinariamente inteligente, con sus pesquisas y su incorregible afán de permanecer siempre en un segundo lugar, y la del verdadaero héroe de la trilogía, Michael, que se emplea a fondo en lograr un reportaje extraordinario sobre el tráfico y la prostitución de mujeres del Este asiático. Es una obra digna, con altibajos en su desarrollo pero con una historia bien articulada que abre el portalón a la tecera parte de la obra (de momento).
“Aurora Boreal” (Asa Larsson, Editorial Seix Barral, 2009). Nada tiene que ver esta autora con el anterior, a no ser la nacionalidad nórdica que comparten. Muy buena novela de misterio y policíaca, que puede incluirse en el terreno de la mejor novela negra escandinava. Debe leerse, pues se trata de una narradora extraordinaria.
“El chino” (Henning Mankell, Tusquets Editores, S,A., 2008). Considerado este autor como el maestro de la novela negra escandinava, a mí, que no le había leido antes, me ha decepcionado con esta novela. Es tediosa, aburrida, nada novedosa, con un contenido de escaso interés para un lector habitual de este tipo de novela.
Nos hallamos en el resurgir de una nueva novela de tinte policíaco, la nórdica, que promete mucho. Baste con citar algunos de los autores más publicados, aparte de los mencionados, muy bien referidos en el número 143, año XIII, de “Qué Leer”, de 2009: Maj Sjöwall / Per Wahlöo, Mari Jungstedt, Leif Davidsen, Jo Nesbo, Anne Holt, Leif G.W.Persson, Kerstin Ekman, Jens Lapidus, Thomas Kanger, K.O. Dahl, Ake Edwardson, Arnaldur Indridason, Hakan Nesser, Christie¡an Jungersen, Peteer Hoeg, o Karin Fossum, por ejemplo.
“El libro de los muertos” (Patricia Cornwell, Ediciones B, S.A., 2008). Nueva aventura de la patóloga forense noteamericana Kay Scarpetta, cargada de mistgerio, buen hacer y constancia para lograr sus fines. Novela elegante, algo lenta, que encuentro lejos de otras obras de la autora. No obstgante, debe leerse.
“El Terror” (Dan Simmons,Roca Editorial de Libros, S.L., 2008). Novela extraordinariamente buena, instructiva, cargada de misterio que no aclara en todo el libro, excelentemente informada y escrita. Lectura obligatoria.
domingo, 1 de febrero de 2009
Un mundo de contradicciones
UN MUNDO DE CONTRADICCIONES
Como reza el título, este mundo nuestro es una pura contradicción. Y las contradicciones se muestran al modo de quién las expone. Hay, sin embargo, autores creativos que tratan de referir un término medio, que nunca está de más, bien para no alarmar, bien porque podría ser más perfecto políticamente.
Estoy refiriéndome al último film de Laurente Cantet, autor, guionista y protagonista de “La Clase”, premiada con la Palma de Oro en Cannes-2008 y propuesta para diversos Oscar en Holliwood.
Pretende, en la película, redimir el comportamiento de los jóvenes escolares quinceañeros de un colegio suburbial francés de enseñanza pública de nivel medio, en general descarados y sin signo alguno del conocimiento de las más básicas normas de urbanidad, frente a la opinión de los profesores y de los directivos del colegio, como sujetos conscientes del acontecer diario en las aulas, avalados a veces por el entorno social mas no siempre respaldados por los padres de los alumnos.
Es cierto que no todos los alumnos de la enseñanza media pública podrían catalogarse como vándalos o agentes detractores de la disciplina ni como enemigos de la formación académica reglada y respetuosa; porque hay algunos que son más perspicaces, responsables y sutiles, así como también, en cada aula, suele haber un grupo minoritario, desgraciadamente muy diluido en el entorno, que pueden calificarse de más inteligentes y consecuentes con su papel de estudiantes, que reconocen el esfuerzo que por ellos está haciendo el colectivo de profesores, su familia y el propio estado, para que su escolarización sea productiva y adecuada su formación, con el fin de intentar ofrecerles un mañana más seguro y mejor que, al fin, dependerá, sin duda, de su adiestramiento, de su cultura y de su proyección hacia ese futuro no tan lejano, pues su salto al mundo laboral está a las puertas, teniendo en cuenta sus edades.
Por eso cierto que no se puede demonizar a todos, y que la escuela pública no es el Apocalipsis, que no todo lo público es malo y negativo. Por tanto, ¿a qué viene entonces, la polémica que se ha suscitado en Francia a causa del contenido del film, pues hay un sector social que se muestra radicalmente en contra de las opiniones del maestro, de su manera de enseñar y su modo tolerante de aceptar los desmanes del alumnado, y otro en contra del comportamiento del alumnado, su desinterés por aprender y su adaptación selectiva a lo más básico y menos exigente de la enseñanza, que impide a los profesores cumplir con los programas previstos para el curso académico? ¿A quién hay que culpar, pues, de lo que se expone, teniendo en cuenta las circunstancias que el film quiere reflejar, en un ambiente social medio-bajo, multirracial, pluricultural, liberal y universal desde el punto religioso y de género? ¿Cuál es la raíz de esa batalla dialéctica entre profesores, padres, alumnos y sociedad? ¿Por qué el film tiene tantos panegiristas y tantos detractores? ¿Es tan importante como para ser propuesta la película a los premios Oscar en tan diversos aspectos?
Y, lo más importante para nosotros: ¿se pueden extrapolar a nuestro país, a nuestro entorno, como sufridor paciente desde la instauración de la democracia, las mismas o similares circunstancias? Yo creo que sí, que son extrapolables, y debieran servirnos de ejemplo para meditar sobre ellas, pues están vigentes en nuestra sociedad, en nuestras familias y en nuestros centros de enseñanza.
Baste con algunos ejemplos.
Dice A.S./AGN (A Peneira, 2ª quincena, Xaneiro do 2009, pag. 25), que el 93 % de la conflictividad escolar se concentra en la ESO (Enseñanza Secundaria Obligatoria, donde se agrupa el 33,39 % del alumnado no universitario): el pasado curso escolar 2007-08, en los colegios gallegos, se cerró con una media de un expediente disciplinario por cada 282 alumnos; fueron expedientados el 92,96 %. Fueron 497 en la provincia de La Coruña o, lo que es lo mismo, que de los 1009 registrados en Galicia, resultan ser el 49,2 % del total.
En D7 – Los domingos de ABC – Actualidad, pag. 12-14, Virginia Ródenas publica un artículo que titula: “Maleducados. La tiranía de los sin límites”, y subtitula: “Arrumbada la autoridad, instalado el presentismo y borrados los límites, una generación de maleducados que no conoce el sacrificio ni el esfuerzo amenaza con dilapidar la paz social y pulverizar el progreso. Y, descuide, no son bárbaros invasores: los hemos criado: son nuestros hijos”. El contenido del trabajo no tiene desperdicio, pues valora las diferentes variedades de mal comportamiento del alumno hacia al profesor, demuestra la carencia de respeto a la docencia y a los principios básicos de las relaciones sociales, y hace una recogida importante de documentación al respecto. Inicia su reportaje con una cita interesante, de E. Kant: “Tan sólo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él”. De las otras variadas citas de profesionales de la circunscripción educativa y reflexiones que al respecto hace, recojo sólo algunas. La profesora Blanca Muñoz, de la Universidad Carlos III, experta en comunicación de bases, autora de “La cultura global” (Edit.Pearson), dice: “La característica principal de los jóvenes actuales es el hecho de estar señalados por el gravísimo proceso de deseducación que desde finales del siglo XX está marcando a las sociedades europeas. El rebajamiento de los sistemas educativos (se pierden los conocimientos a velocidad de vértigo como, por ejemplo, las lenguas clásicas, la Literatura nacional y universal, la Historia y, en general, todo aquello que posibilitaba el análisis de las causas de los fenómenos) y su sustitución por una simple formación técnica y pseudo cultural ha hecho aparecer un fenómeno que cada vez resulta más alarmante: la confusión entre realidad y ficción. Ha surgido lo que algunos sociólogos llaman “la juventud redmediática”; es decir jóvenes que consumen sobre todo productos imaginarios y simbólicos… Es la infantilización de la sociedad”. El prestigioso pediatra francés Aldo Nouri, autor de “Educar a nuestros hijos, una tarea urgente” (Taurus), dice: “La situación es muy grave. Educar es frustrar y, sin embargo, la actitud que se fomenta hoy es la de consentir. Hemos educado demócratas y tenemos dictadores”. En el informe anual el Defensor del Profesor, respecto a la mayor parte de los problemas que se dan en la ESO (refiriéndose a los chicos de 12 a 16 años, si no son repetidores), dice: “Existe una situación generalizada de falta de atención, desinterés, esfuerzo nulo, ausencia de claridad respecto a sus objetivos, tanto en sus estudios como en su vida. La cultura del esfuerzo, la autodisciplina, el sacrificio y el trabajo bien hecho no significan nada para ellos. Buscan la gratificación inmediata y los logros fáciles. Su filosofía es “lo quiero y lo quiero ya”. En la investigación llevada a cabo por el profesor Fernando Gil Villa, del Departamento de Sociología de la Universidad de Salamanca, titulada “Juventud a la deriva”, dice que “el 23% de los jóvenes españoles entre 14 y 18 años admite haber cometido actos vandálicos, un 38% participado en peleas, un 30% haber conducido sin carné, el 60% bebido alcohol habitualmente en fines de semana, el 28% consumido marihuana o hachís y el 4,4% cocaína”. El Programa Daphne dice que “en cuatro años se han multiplicado por siete en España las denuncias de agresiones de hijos a padres”. La abogada Carmen Bafalgón, directora de la Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor (Comunidad de Madrid), explica que “estos niños no son hijos de la marginalidad sino de familias de clase media-alta, “niños de la llave” (que cuando llegan a casa están solos)”. La autora también habla de perversiones. Una perversión es que la Ley del Menor permite salir sin antecedentes penales a los chicos y chicas que cumplen medidas judiciales en el medio abierto, al igual que pasa con los maltratadores/as. Otra perversión ha sido aconsejada por la propia Fiscalía General del Estado, para quien delito de atentado contra la autoridad es sólo la agresión grave contra un maestro público (funcionario), pero no incluye a los de la educación privada o concertada. Al respecto, la psicóloga Inmaculada Suárez Valdés, Defensora del Profesor, considera que la figura del profesor “ya besa la lona” en cuanto que “a las agresiones que sufre día a día (el 8% de las denuncias recibidas), que van desde golpearle, empujarle en aulas o pasillos, propinarle patadas, escupirle, arrojarle piedras en la calle hasta agarrarle por el cuello, intimidarlo fuera del centro escolar rodeándolo con un grupo de amigos, lanzarle todo tipo de objetos (tizas, papeles, mesas…) en clase, perseguirlo…”; y añade que “…los padres no ponen límites, pero tampoco permiten que los ponga la escuela. Se ha despojado al profesor de toda la autoridad y se le ha puesto en el mismo plano que el alumno… Cuando surge un conflicto entre profesor y alumno, al que se cree es al alumno, la palabra del maestro queda en segundo plano y eso no sólo sucede ante los padres, ocurre con la dirección del centro, que no quiere conflictos y prefiere mirar para otra parte, y con la administración educativa… Cuando un profesor llama la atención a un alumno, es éste el que amenaza al maestro con llevarle a la dirección del centro o echarle. El profesor, despojado de autoridad, está en tal indefensión que es incapaz de llevar a cabo la labor educativa… Entre lo padres… hay una generalización de pensamiento de que a mi hijo no le toca nadie, de que yo pongo los límites, que no ponen, y disculpan su falta de dedicación dándoles todo”. El autor de “La voz de los adolescentes” (Edit. PPC) dice, respecto a los padres que tienen hijos en edad adolescente, que “Se necesita un cambio de actitud, de educación, y eso durará toda una generación porque este desaguisado que se arrastra desde la Transición, cuando recién salidos de un período dictatorial se aplicó en España el prohibido prohibir, no se arregla de la noche a la mañana. En los centros hay profesores desbordados, que no pueden impartir conocimientos, porque su tarea principal es que se haga el silencio y reine la paz en el aula. Estamos ante chicos que no están acostumbrados al silencio, que le tienen miedo, porque nadie les ha educado en ello, a estar tranquilos leyendo o viendo lo que sea en un clima de serenidad. A eso añadimos el cambio brutal de las familias españolas, donde la mujer ha salido del hogar sin que el hombre haya entrado y que no hemos resuelto pagando debidamente el trabajo en casa. Todo eso hace que las nuevas generaciones crezcan sin unos hábitos de respeto a unos límites, a unas normas de comportamiento, a saber aguantarse, y que los padres cuando llegan a casa por la noche muy cansados no quieran follón y acepten lo que sea. Hemos creado un sistema en el que el rey es el dinero”. Félix Elbaile, pedagogo, cuyo blog es elblogdelpedagog.blogspot.com, dice en la Red: “Hay que retomar el castigo reparador, que es bueno y forma parte de la vida, una herramienta importante para corregir. ¿Una receta de urgencia? Disciplina, coherencia, que lo que digamos lo hagamos incluidos los políticos y poner límites. No estará todo arreglado, pero será bastante. Eso sí, hagámoslo ya”.
Insisto en que pienso que vivimos en un país contradictorio, en el que los políticos parecen habitar en un mundo marginal, que no es el nuestro, mundo de hadas y de ensueños donde la realidad y la fantasía realmente sí se confunden, y pretenden hacernos ver esa irrealidad como auténtica y convencernos para que comulguemos con ruedas de molino; vuelven la espalda a los criterios profesionalizados, recogidos en trabajos de campo, no en despachos a puerta cerrada, y dan preferencia a lo verificado en sus oficinas ministeriales y autonómicas, adonde el individuo de calle y/o profesional del ramo no llega, si es que llega, si no es a través de multitud de agentes intermediarios funcionarizados a dedo y acólitos del régimen dominante, que todo lo frenan y ahogan, restando importancia a lo trascendente, demorando su atención preferente, dando salida a lo banal y propagandístico, cortinas de humo para no afrontar lo real y despistar el seguimiento de los problemas fundamentales y trascendentes. Si no, ¿cómo puede entenderse el optimismo de la ministra Aído? ¿a qué puede referirse cuando habla? ¿no se referirá a otro asunto ajeno a la enseñanza en este país, cuando presumiblemente es de la enseñanza de lo que dice estar hablando? ¿realmente sabrá lo que dice, o tendrá asesores que la traicionan y la tiran al vacío, sin paracaídas y sin casco? ¿Tendrá mercenarios inmiscuidos en su gabinete, que simultáneamente la adulan y traicionan, sin escrúpulos?... Me refiero a la alusión que la misma Virginia Ródenas hace en su artículo, arriba mencionado, en el que califica al gobierno como irresponsable, cuando habla acerca del Informe Juventud en España 2008 presentado por la ministra, en el que refiere que los españoles entre 15 y 29 años son más participativos, sinceros, con más trabajo, más estable y satisfactorio, y que han adelantado la edad de las grandes decisiones…, y que un 36% son partidarios de la pena capital… ¡Santo Dios!, ¡vivir para ver!, ¿puede haber más incoherencia?.
A la vista de estas circunstancias sería interesante conocer, estadísticamente, la opinión de los propios alumnos. ¿Alguien se atrevería a sumergirse en tamaño despropósito? ¿Cuál será su visión de lo que están haciendo, si es que esa gran mayoría de la que estamos hablando tiene realmente alguna ilusión por un mañana mejor? ¿Serán conscientes del erróneo futuro que se están labrando a machamartillo? ¿No serán capaces de darse cuenta de que, cuando entren en el mundo competitivo que les aguarda, cualquier otro medianamente formado les ocupará su espacio laboral, absorberá su propio condumio y el de su familia, en caso de que lleguen a tener la oportunidad de constituirla y quieran independizarse, convirtiéndolos en los hijos eternamente subsidiarios de sus padres?
Y, más importante, todavía, ¿qué piensan al respecto los alumnos verdaderamente estudiosos y los que tienen interés por progresar, merced a su capacidad, aquellos que desean un porvenir halagüeño, al ver que no pueden progresar, que no pueden ir al ritmo necesario para cumplir el programa, dentro del curso académico, porque tienen que marchar al ritmo de la mayoría apática, viéndose necesariamente obligados a bracear en un mar tan espeso y mezquino? ¿Cómo podrán justificarse ante sí mismos, ante sus padres y ante la sociedad, en el futuro inmediato? ¿No se preguntarán qué es lo que están haciendo actualmente con ellos, a qué perversión institucionalizada se les está sometiendo? ¿No serán conscientes de que el siguiente paso será la universidad, pues el país les necesita con la mayor formación posible para competir con Europa, para equipararse al resto del mundo? ¡Ay del que sea capaz de pensar!
Porque ahora estamos en la época del nuevo cambio, cambio que quiere ser radical en la universidad española y que los políticos españoles de turno debieran haber previsto y valorado concienzudamente hace muchos años, y no empantanarse en tales planes mediocres como los que han ido elaborando para la enseñanza en España, que tanto nos han hecho sufrir por jugar al desconcierto y a la inestabilidad. Me refiero al “Plan Bolonia”. Aparte de otros varios factores positivos, al parecer, que proponen, como el abandono de las lecciones magistrales, la apertura a la investigación individual, el acuerdo con el mundo empresarial, etc., en él se concede más voz a los alumnos, se les quiere hacer más participativos, pero al profesorado, sin embargo, no se le ha formado para impartir este tipo peculiar de docencia; entonces, ¿cómo podrá ser una clase en la que los alumnos tendrán más voz, mas no sabrán cómo expresar sus razonamientos porque apenas pueden elaborar oraciones y discursos banales, por no haberse permitido que se les adiestrase, y en la que los profesores han de tener que tolerar, humildemente, las numerosas preguntas que algunos traerán preparadas para dejar a los maestros en evidencia utilizando la zancadilla cultural?¿No se prevé que éste es un tipo de agresión que posiblemente esté penado? ¡Tierra, trágame!, dirán los docentes, cuyos recursos y refugio serán las bajas reiteradas o recursos similares para protegerse y no ver dañada su dignidad; ¡A por ellos, que no tienen idea, que ya no nos pueden dominar, pues somos impunes, e Internet nos lo muestra todo, para qué queremos a los maestros!, gritarán los alumnos. Así, estaremos ante una debacle, la siguiente al capítulo de la actual, de la que cada día está siendo más difícil resarcirse.
¿No será que los psicopedagogos asesores se han saltado algunos capítulos del programa y dan por hecho que todo el mundo docente nació aprendido y está fraguado a base de supermanes y superwomen, que no son humanos? ¿no será que desde los despachos están jugando a ver qué ocurre con esos sufridos peones dedicados a intentar dar clases, sin considerar sus méritos, su absurda formación previa y coercitiva (por muchos cursillos obligatorios que hayan hecho, muchos de los cuales nada suelen tener que ver con su actividad real, y que tanto les ha costado pagar para conseguir los diplomas de asistencia, sacrificando su vida personal y familiar), inmolándoles colectivamente, para que unos se retiren, otros abandonen temporalmente y otros ni se planteen pisar el mundo de la enseñanza aún siendo vocacionales? ¿O no será que es más fácil adoctrinar a los ignorantes y a los mediocres, sin considerar que esto es una ofensa a la totalidad del cuerpo, pues en este colectivo hay y habrá profesionales muy íntegros y competentes, que tal vez sean los más incómodos y difíciles de adaptar al sistema experimental que se inaugura, y a los que se pretende ningunear para que se autoexcluyan? ¿No se estará abriendo el camino a una prole de adictos al régimen, adoctrinados, no conflictivos, que conocen los medios informáticos pero carecen de cultura? ¿Qué se esconde debajo de tan taimado proyecto? ¿Por qué no se concede un tiempo para que la dotación de profesionales honrados y cumplidores se forme específicamente antes de lanzarle al piélago agresivo sin haberles enseñado antes a nadar correctamente y a practicar técnicas de recuperación urgente?¿Se ha diseñado un presupuesto específico para llevarlo a cabo?¿Se ha instituido un sistema de becas suficiente, que se presume habrán de ser cuantiosas, pues no está al alcance de cualquier familia el poder pagar un máster a sus hijos para que puedan licenciarse, ni al del bolsillo del docente medio para que pueda seguir estando a la altura del cambio?¿Está previsto facilitar préstamos bancarios en buenas condiciones para poder sufragar esos y otros gastos que se necesitan para poder realizar los estudios pertinentes: estancias fuera de su ciudad, material escolar, aprendizaje y conocimiento de idiomas…?. Y, lo más serio, para mi: ¿es, en realidad, este nuevo procedimiento europeo/americano el más correcto, así, tan violentamente implantado en España, país que ha seguido una tradición universitaria de la que toda Europa se ha beneficiado y que no ha experimentado, todavía, las nuevas tendencias tecnológicas en los ámbitos docentes medio y superior?¿Es, en realidad, consecuente prescindir de la formación cultural para sumirse en la súper especialización tecnológica, sin más preámbulos? Me resulta muy difícil entender que una casa se pueda construir sin cimientos sólidos y sin una cubierta adecuada para que resista el embate de los elementos.
Los fallos que se cometen en este país están siendo siempre los mismos, y sin propósito de enmienda, aunque se utilicen remedios parcheadores cuando a algún político brillante se le ocurre la conveniencia de actualizar o modernizar las ideas vigentes hasta su entrada en el poder, sin ser capaz de prever las consecuencias de su decisión cuando él y su grupo hayan de dejar la poltrona: personal desinformado, medios físicos limitados en las aulas y en los centros, carencia de personal auxiliar de apoyo, proyectos que se ejecutan sin contrastar, falta de criterios para mantener una disciplina imprescindible en las aulas, mínimo respeto al colectivo de docentes, carencia de protección legal y de respaldo y cobertura de las responsabilidades profesionales, ausencia de reconocimiento por la labor desarrollada, ignorancia ante los hechos que quebrantan diariamente la autoestima, olvido de los daños por mobbing, falta de potenciación del desarrollo profesional, ausencia de ayudas para formación en el extranjero…
Un aspecto fundamental es la inadecuada y sesgada información que se les presta a las familias de los alumnos, pues no es suficiente con mostrarles las calificaciones periódicamente y exhibirles buena cara, sin haberles referido las cuestiones de conducta de sus hijos en el centro, las favorables y las desfavorables, tan graves algunas de ellas, para que los padres tengan la oportunidad de discernir lo adecuado o inadecuado de la enseñanza que se imparte y la calidad de los conocimientos que están adquiriendo sus hijos, cuáles son las causas de las deficiencias ostensibles, cuando las detecten, y aprender a desconfiar de la deshonestidad que supone que un profesor, para evitar críticas a su labor y adquirir trabajo adicional que le limite o desajuste sus vacaciones, y así eludir el verse obligado a tener que repetir evaluaciones, califique con la nota necesaria para aprobar a toda una clase y no manifieste comentarios sobre el comportamiento del alumnado, dándolo colectivamente como bueno y ajustado a ley.
Otro aspecto no menos trascendental es la pasividad de los profesores que, conscientes de los problemas y conocedores de las irregularidades cometidas por algunos compañeros, son incapaces de denunciarles, aunque insistan, éticamente hablando, que para ellos lo más importante es el alumnado y su entrega a su labor profesional. A la hipocresía y a la injusticia se le sigue llamando colectivismo, desgraciadamente.
Otro factor es la sospechosa incapacidad deontológica de los cargos directivos para renunciar a sus puestos, poniendo de manifiesto las razones de su decisión, ante el trance de ser incapaces de mejorar las circunstancias que hasta ahora hemos ido describiendo, y muchas más que van más allá de las posibilidades de este elemental y humilde escrito, pero que ellos conocen ampliamente. Parece ser que los sillones cómodos y los despachos cálidos llegan a hacerse pegadizos cuando se les utiliza como trampolín para los ascensos y los cambios de destino, caiga quién caiga, aunque sean la juventud del centro la que se quedan en el camino. ¡Qué pena!, ¡qué bochornoso!
¿Y qué decir de los alumnos por naturaleza más desfavorecidos? Me refiero a los muchachos con minusvalías y discapacidades, sobre todo intelectuales. Se les equiparara, por ley, a los alumnos sanos. Todos, y el sistema, son sabedores de las graves limitaciones que estos chicos sufren, del sacrificio de sus familias, y el tremendo esfuerzo que les supone seguir, al profesor y al alumno afecto, el ritmo de un programa docente, diseñado pensando en los demás alumnos sanos, pero ofreciéndoles a ellos las llamadas adaptaciones curriculares, que no dejan de ser procedimientos discriminatorios, cuando tienen todo el derecho, como ciudadanos, a recibir una docencia ajustada a sus particulares condiciones, con profesores especialmente formados y en régimen de dedicación plena para ellos, y medios escolares adaptados específicamente. Se intenta obviar esa objeción con la a todas luces insuficiente ayuda y colaboración de los equipos psicopedagógicos o de apoyo específicamente creados para ese propósito, pero que no prestan la cobertura necesaria. ¿Qué ofrecen realmente estos equipos?, ¿es suficiente con lo que ofertan al alumno en la actualidad, de verdad?, ¿han sido estos alumnos debidamente valorados antes de someterles al aula habitual?, ¿quién controla y regula a dichos equipos?, ¿se puede demostrar su eficiencia de modo que se les pueda evaluar a ellos en función de los progresos de estos pupilos?, ¿cuáles son sus horarios en los centros?, ¿cuántas horas dedican a la orientación de los alumnos que les han sido designados? ¿escuchan, acaso, los comentarios y proposiciones de los profesores, que son, a la postre, los que consideran al alumno cada día, para actuar en consecuencia?, ¿ante quién rinden los objetivos que se marcaron al principio de cada curso?, ¿son los padres informados justa y puntualmente de modo inteligible?, ¿existen dichos equipos en cada centro que les necesita?... Hoy por hoy, son los equipos de trabajo, tal vez, más misteriosos y desconocidos que existen en el terreno de la enseñanza.
Concluyendo: sin pecar de pesimista, estoy convencido de que ya fluctúa en el aire viciado mucho de la dejadez y desesperanza que a ningún buen puerto puede conducir y, si alguno se atisbase en el horizonte, seguro que será muy difícil la arribada, por causa de las corrientes anárquicas que cierran la bocana, y casi imposible el atraque sereno por haber sido menoscabadas las bitas.
Quiero ser objetivo, sin embargo, y no pierdo la ilusión en esa juventud selecta que, aunque ahogada por las circunstancias que ella no creó, pero que ha de sufrir y soportar, sepa sobresalir, aprender y hacer siembra para que la ciencia siga destacando sobre las meras habilidades y nuestro país progrese y siga siendo respetado en todo el orbe, como lo ha sido hasta hace pocos años.
Que la suerte nos acompañe para que a las sucesivas generaciones, las de nuestros hijos y nuestros nietos, se les ofrezca o encuentren y sigan el itinerario correcto y se fortalezcan prosperando, en beneficio del futuro y del bienestar de todos.
jueves, 29 de enero de 2009
En busca de las raíces
Llegué cuando el bostezo de la tarde decadente comenzaba a confundirse con el desperezo de la sombra; era cuando el crepúsculo, taimado, se aproximaba y se aposentaba en los espacios que sosegadamente se diluían hasta desaparecer en un todo uniforme.
Era la hora en que las formas se unifican y las ausencias se renuevan.
La aldea, humillada en la barranca, volcaba al aire hálitos invisibles y espesos.
Al aproximarme a sus aledaños, tenues cacareos, balidos, relinchos, mugidos, ladridos, maullidos, tan solo sugeridos, brotaron de las cuadras tenebrosas, mudas hasta entonces, tal como si la vida intentase rebrotar al percibir mi llegada, mi aroma, o el latido incontenible de mi incertidumbre. Todo se alertó con el crujido de mis pisadas, sembrándose la alarma de corral en corral, imposibles de definir y delimitar en la penumbra cada vez más evidente.
Como obedeciendo a una orden muda, todo se calló, de súbito, creándose una ausencia ficticia en los pesebres, en los corrales y en las casas.
Aunque mis sentidos embotados apenas las percibían, noté en mi piel el puyazo de presencias y miradas desconfiadas, vigilantes, recelosas ante mi venida inesperada, quizás inoportuna. En mi nuca impactaron alientos diferentes; mis oídos se mellaban con el chapoteo de mis botas ajadas en el lodo del camino; las lanchas de piedra determinaban las cancillas inadvertibles y los interiores esfumados en la oscuridad.
No me atreví a volverme cuando una voz aguardentosa, profunda como el gemido de un violonchelo acariciado por mano burda, neutra, monótona, me habló desde el cobijo de un alero.
- ¿Quién eres? -dijo-, ¿qué buscas aquí?.
Se me atragantó la respuesta.
- Muéstrese usted, por favor - dije, balbuceando-; ¿donde se halla?, ¿por qué se oculta?.
Su masa se había fundido con los muros de la casota; sólo el camino era medianamente visible, hasta una corta distancia.
Bajo una bóveda grisácea la luna pugnaba por taladrar el plomo y asomarse a la escena, envidiosa de las escasas luciérnagas que colaban su destello por los suspiros de la tenebregura que nos envolvía. Nada deseaba yo tanto como ver su faz, aunque fuera por segundos, para ubicarme y dispersar mis dudas.
Por un instante me pareció que flotaba el lamento de un niño, pero se acalló enseguida por la mordaza de una mano o de un regazo.
De todas partes, repentinamente, comenzaron a surgir preguntas, apenas audibles al principio, susurrantes luego, y atropelladas después, haciéndome sentir como cercado por las voces, desconcertándome. No sabía a cuál dirigirme, ni hacia donde.
- ¿Quién és?...
Silencio.
- ¿Qué quiere?...
Silencio.
- ¿Qué busca aquí?...
Silencio.
-¿A quién busca?...
Silencio.
- ¿Por qué ha venido a esta aldea?...
Silencio.
- ¿Como se habrá orientado para llegar hasta aquí?...
Más y más silencio tras cada pregunta.
Nadie respondía a nadie en aquel caos que, poco a poco, se había ido creando, marea de alarmas y de miedos que yo no tuve fuerzas para romper.
Intenté sobreponerme y comencé a dirigirme, arbitrariamente, pues a nadie discernía, tratando de crear e infundir armonía y tranquilidad, procurando hacerles ver que yo venía en son afable, cargado y abrumado por tantas o más preguntas y dudas que las que ellos podrían plantearme, y que su anónima actitud me agobiaba y desasosegaba.
Sólo pretendía saber.
Así, en tono bajo, tímidamente, susurrando, les dije, en la seguridad de que podrían oírme fuera cual fuese el tono de voz que emplease y, tal vez, capaces de leer o intuir mis pensamientos:
- Soy Pascual Mauricio, el hijo de Petronila, la panadera. Vengo en busca de mi madre y rastreando mi pasado. Deseo hallarla y encontrarme a mí mismo. ¿Alguien sabe de ella?.
Mis palabras crearon un eco frío que me rebotó en la garganta, en los muros y en el viento. Nuevamente, un silencio glacial se cernió sobre la escena.
Rumores opacos corrieron sobre las tapias, como ratas deslizándose, raudas, sobre las maderas, los poyos, los zaguanes, las cercas y las tejas de pizarra.
Tenía la seguridad de estar rodeado por todas partes, sin que nada tangible, excepto la negrura macizada y los murmullos, acallados adrede, justificasen mi presentimiento.
- ¡Pascual Mauricio!...- manifestó una voz ahogada, desde lo más profundo de una choza ruinosa, tal una garita desmañada, en la que fulgían dos carbúnculos encendidos, ave rapaz o félido al acecho, que taladraban el acero de la inexistente puerta, como queriendo escribir un recado esotérico e inquietante en el tablero de la noche.
- ¡El hijo de la Petronila!...
Me volví inmediatamente en aquella dirección pero de nuevo la ausencia se hallaba entre la voz y yo.
- ¡Dice que perdió su pasado!...
Otra vez resultó vano toparme con alguien.
- ¡Y busca a su madre!...
El ritmo de mis latidos redoblaba en mis sienes la sinfonía de la desesperación.
Un sudor ligero comenzaba a perlar mi frente y la nuca se humedecía como lamida por una lengua áspera. Las palmas de mis manos rezumaban ansiedad, anegándome de hielo los dedos.
Comprendidas mis palabras, conocidos mis deseos y la razón por la que había llegado hasta aquel lugar agreste y recóndito del que no lograba recobrar recuerdos, en solitario y en mitad de la atardecida avanzada, con las botas y la vestimenta empapadas por el agua que descendía por los roderones, deslizándose por las laderas musgosas cubiertas por robleda y pinar, supliqué, con vehemencia, que alguien se me mostrase, para salir de aquella incertidumbre, ya enojosa, y a quién poder dirigirme.
Saliendo no sé de dónde, apareció ante mí una figura encorvada, vestida de negro, saya hasta los pies, cabeza y hombros cubiertos con amplio y grueso pañolón de lana trenzada, sin duda una mujer, de rostro inidentificable y garganta exhausta, que siseaba al hablar por su boca desdentada; me hizo señas para que me aproximase; sus dedos eran largos, nudosos, deformados por la artritis, y destacaban, por su palidez, en la oscuridad del escenario y las vestiduras.
- ¿Sabes?. Todos los que sobrevivimos y permanecemos en la aldea recordamos el día de tu marcha.
- Mi marcha involuntaria; yo era demasiado pequeño; no lo recuerdo.
- Los recuerdos se graban en uno, sin que uno lo quiera; es inevitable; aunque muy poco, algo habrá quedado en tu memoria.
- Es cierto, pero no sé bien qué. Es un bagaje que no sé interpretar. Por eso quiero intentar aclararlo, pues algo está bullendo en mi cabeza desde muy niño, asaltándome en el sueño o viniendo a mí, en la vigilia, como una fantasía que se me hace real, sin haberla vivido.
- ¿Qué recuerdas de tu madre, muchacho?.
Me tomé unos instantes antes de responder, y lo hice sin aparente coherencia.
- Mi madre siempre tenía frío - dije.
- Sin embargo, no siempre el cierzo soplaba, ni había nieve en el paisaje, ni sobre la paja y la pizarra había hielo.
- Recuerdo que decía que siempre tenía frío - reiteré -, eso sí lo recuerdo.
- Su frío estaba en su alma. Verás, primero fueron tus abuelos, a los que ella tan apegada estaba; luego, fue lo de tu padre, por desgracia; luego, la miseria, su incapacidad para criarte; los demás apenas pudimos prestarle apoyo o ayuda; no la admitió ni lo pidió nunca; era demasiado orgullosa para mendigar; su sentido del honor y su dolor inmenso no la hicieron humillarse; por eso, cuando fue consciente de que no podía criarte, dejó que se te llevasen lejos; no sé si tuvo en cuenta que, contigo, se iría lo poco que de ella le quedaba; desde entonces ya no fue ni ella misma, se convirtió en un ser atribulado, yermo, que decidió vivir sólo para sus remembranzas.
- Me dijeron que yo había llorado mucho.
- Como también lloró ella, cada día, cada hora, sin acabar de entender su decisión; arrugósele el rostro, encanecióse su cabello, de la noche a la mañana, y se fue aislando a medida que tu ausencia inevitable se prolongaba.
No sé si ella me miraba, pues no veía sus ojos, pero allí estaba, cabeceando, sin mover los pies, frente a mí, esperando una respuesta. Yo intenté razonar, pero no pude, sino, expresarme como sentía, desde mis pensamientos, que llevaban un ritmo dispar en la conversación.
- Yo aprendí, con el tiempo, que tendría que tratar de ganarme, física y espiritualmente, la herencia que portaba de mis padres, para hallar mi propia verdad. Llevo intentándolo, sin descanso, desde hace muchos, muchos años.
-Y, ¿lo has logrado?.
- Todavía no; de hecho, aquí estoy: Pero ahora, es curioso, es cuando más siento su vacío y su ausencia.
- Porque eres no sólo consciente de su falta, sino que te vas dando cuenta de las dificultades para dar con ella.
Dejó transcurrir un rato antes de proseguir.
- En nuestro recuerdo, a estas alturas ya casi también olvidado, está grabado el imposible con el que intentó sobrevivir tu madre, así como el olvido que le acompañó mientras estuvo entre nosotros.
- ¡Pero yo no la he olvidado!. Aunque su recuerdo es muy vago, la recuerdo, y la busco.
- Para salir adelante, ella tuvo que alejarse de sí misma, hasta convertirse en un sentimiento callado que solo ella creía comprender.
- ¿Y los demás?.
- Con el tiempo, unos pocos se hicieron indiferentes y, otros, luchamos por mantener encendidas las antorchas del afecto; sí, hasta que estas se agotaban, por ley de vida; se apagaron ya, para muchos; los pocos que de entonces quedamos ya no nos reconocemos, casi, entre nosotros; en una aldea de mayores, como esta, en la que ya casi no se nace, y a la que solo se suele venir para el descanso definitivo, lo mejor quizás sea la desmemoria.
Escuché pacientemente su discurso.
- ¿Y de tu vida, como fue?, - me preguntó.
- Yo fui criado con cariño en un ambiente hogareño y cálido; pero no conocí la ternura de mi madre, ni la felicidad de una carantoña. Y las ansío.
- La ternura es un patrimonio del alma; sin ella, el ser humano crece cojo, y la felicidad se le hace una meta imposible de lograr. De nada vale pretenderla, la felicidad, pues a cambio pueden darte fingimiento y deslealtad. Porque es como una caricia que, cuando ocurre, brota espontáneamente y te abarrota la existencia para sublimarla hacia el amor. Por eso la han sentido tan pocos y tantos se han sentido frustrados creyendo poseerla o haberla poseído.
- Tampoco he conocido el amor.
- El verdadero amor se te ha ido con tu madre.
Una inmensa nostalgia inundó lo más sensible de mi entraña.
- ¿Qué fue de ella? - pregunté, vivamente interesado.
Me respondió en voz muy baja:
- Se fue a matar el futuro, desbordada por un pasado que la amordazaba, siempre con tu nombre en los labios y la tristeza en sus ojos. Por ese camino se fue - señaló un sendero que se abría entre los setos de dos rediles -, sin precisar su destino, con el infinito por destino..., o la nada.
Un extraño y repentino escalofrío recorrió mi espalda y una profunda desazón comenzó a agobiarme en el pecho.
- Ya ella no está, pues.
- Aquí no queda nada, ni nadie, que pueda pertenecerte o ayudarte; muchos recuerdos, de los que sobreviven, perduran tergiversados, convertidos en leyenda, y carecen de significado para ti.
- ¿Y los tuyos?.
- Los míos se mantienen, por mor de estos pechos que te amamantaron - dijo, poniendo ambas manos sobre sus senos resecos y consumidos, golpeándose, a veces, sonando como un arcón vacío -. Tu pasado, hazme caso, ya no está aquí; sólo el que tú traes contigo existe, y debes mantenerlo vivo para que te conduzca a tus raíces.
- Entonces, tú, a mí..., yo…
Sin hacerme caso, continuó:
- Sigue ese mismo camino. Pero no te demores, pues el tiempo transcurre y juega en tu contra...y en el de ella. Ojalá alcances a lograr el calor del abrazo y el lecho que te aloje y caliente los témpanos de la soledad; en ese seno es donde hallarás la paz que buscas.
Me sorprendió la sensatez de sus palabras, en las que se denotaba una gran añoranza contenida.
Inicié de nuevo el camino, siguiendo sus indicaciones, cargado ahora con la mochila de la esperanza y del conocimiento recién adquirido.
Me volví y pregunté:
- ¿Qué será de ti, de los que quedáis?...
- Para nosotros, la historia se nos ha dormido en las arrugas; lentamente, se extingue; nuestra marcha es ineludible. Nuestro proyecto se nos estancó, hace años, en las lindes de las cercas; nuestra decrepitud evidente es bienvenida y necesaria; nos vamos haciendo ausentes, pues no nos oponemos a la pérdida progresiva de nosotros mismos; mas bien, lo deseamos; hemos asumido nuestro destino, aún sintiendo que nuestro ánimo se transforma en desaliento, el optimismo en serenidad o en tristeza, la esperanza en frustración, la ilusión en algo inalcanzable e inconcebible, a estas alturas...Sin embargo, tú eres la esperanza personificada. Sigue, no luches contra tu sino, déjate arrastrar por la torrentera que la vida te ha marcado, y que te aguarda; tal vez llegues con bien al final.
Comprendí que no había lugar para otros razonamientos.
- Entonces, adiós...y gracias..., Ama.
Un corto silencio siguió, en el que creí percibir un suspiro.
- Adiós, muchacho, adiós.
No volví a mirar atrás.
Se quedó el sigilo donde quedaban la figura de aquella mujer y su sombra.
No me sentí libre, sin embargo, del misterio que seguía impregnándolo todo.
El sendero, resquebrajado por los guijarros, descendía, abierto ante mí, hacia lo desconocido.
A mis espaldas quedaba el pretérito, apenas vislumbrado.
Frente a mí, estaba la duda, y, conmigo, todos mis miedos, el temor a no poder lograr descubrir el rumbo de mi madre, para sentir su abrazo anhelado, o hallar su tumba, para depositar en ella el beso que jamás había podido regalarle.
El camino se me ofrecía largo, por desconocido y por tedioso. Mas, mis pies habían cobrado alas y mi seno se iba ensanchando a medida que mis pasos me conducían hacia el destino que desconocía.
José Manuel Cairo Antelo
viernes, 16 de enero de 2009
Retomando el blog
RETOMANDO EL BLOG
Han transcurrido dos meses. Dos meses echando de menos este espacio al que voy cogiendo cariño. Ha sido imposible actualizar el blog. Pero no ha sido tiempo perdido, sino invertido en otros quehaceres y circunstancias también importantes: viajes, enfermedades, conferencias, congreso internacional, presentación y divulgación de mi nuevo libro de poemas (“Da Carraxe e da Paixón”, Editorial Espiral Maior, 2008), etc.
Ha sido un período de muchas lecturas provechosas de las que paso a referir las más importantes:
- "El beso de la muerte" (Kathy Reichs, Círculo de lectores, 2008); libro tedioso, poco interesante, que refiere las barbaridades que cometían las bandas de moteros proscritos de EEUU y Canadá, de las que no estaban exentos civiles anónimos de todas las edades.
- “La clave está en Rebeca” (Ken Follett, Editorial Planeta De Agostini, 1980), texto muy inicial del autor en el que desarrolla una trama de espionaje novelado sobre un presunto caso de resistencia / oposición al progreso de la invasión del mariscal alemán Rommel y sus huestes acorazadas en el desierto egipcio, durante la Segunda Guerra Mundial. No deja de ser interesante a pesar de la sencillez de su trama y de los titubeos, como literato, del autor principiante.
- “El relicario” (Douglas Preston y Lincoln Child, Ed. DeBols!llo, 7ª edición, 2008), donde se muestra una vez más su veteranía y su facilidad para la divulgación científica dentro de un marco de novela de misterio tipo thriller. Merece ser leído. Aunque de por sí es una novela integral e independiente, será más interesante si previamente se lee la novela "El ídolo perdido", de la que “El Relicario” es su segunda parte.
- “Jennie” (Douglas Preston, Ed. DeBols!llo, 2008): aunque fue publicada en inglés en 1994, su traducción al castellano no se llevó a cabo hasta 2008; es, por tanto, una novedad editorial en nuestro país, y especialmente interesante. Aunque es una obra de ficción, refiere la experiencia obtenida de la cría, entre humanos, de una hembra de chimpancé que no había conocido a sus ancestros ni tomado contacto con su ambiente natural. Hace reflexionar seriamente sobre la escasa separación entre los humanos y los chimpancés, la especie más próxima al hombre dentro del grupo de los grandes simios, pues comparten casi el 98 % de su dotación de ADN, y obliga a replantear los conceptos de humanidad, sociedad, evolución, creación, evolución y amor. Es una novela cuasi científica, trágica, original, tierna e irresistible.
- “La conquista de Alejandro Magno” (Steven Pressfield, Ed. DeBols!llo, 2006), novela histórica que refiere las vivencias, pensamientos, contradicciones, ansias de vivir, pasiones, genialidades, éxitos y fracasos de este rey y estratega, conquistador de un gran imperio a pesar de su juventud, que fue respetado por sus generales y adorado como si de un dios se tratara. Muy bien documentada, no en vano el autor es un especialista en materia de historia, no deja de incursionarse en el mito del personaje de Alejandro entremezclándolo con lo que hasta hoy se sabe de su biografía documentada. Es una novela digna e interesante.
- “De la mano con Frasquito” (J.J. Benítez, Ed. Granica, 2008), sorprendente libro de este prolífico autor navarro, de contenido muy alejado de lo que de su autoría sabíamos hasta hoy. Se trata de un libro cargado de ternura y de sabiduría, en el que J.J. se comunica con su nieto y le explica sus pensamientos y experiencias; aunque incide excesivamente en conceptos espirituales, como el concepto de Dios y de lo que redunda en su concepto, no se hace pesado. Es de suponer que esté preparando una nueva edición o trate de complementar la actual, pues cada capítulo va precedido de una numeración que, sin duda, es la cronología que tiene en el diario del que sólo se han publicado algunas páginas seleccionadas por el autor. Es un texto interesante que permite comenzar el libro por cualquier parte y leerlo tanto en el ascensor como en el autobús o en la intimidad de un gabinete.
- “Las edades de Lulú” (Almudena Grandes, Tusquets Editores, S.A., 1989, 2008). Es un libro que ya había leído a raíz de su primera edición; me decidí a releerlo antes de comenzar la lectura de “Atlas de geografía humana” y “El corazón helado”, de la misma autora; la razón es que va precedido de un prólogo amplio de la propia novelista y porque es una edición definitiva y revisada por ella misma. Es muy interesante conocer cómo se gestó la novela, la primera de su autoría, en plena juventud, y que la llevó a recibir el XI Premio “La sonrisa vertical”, cuáles fueron las intentonas para su redacción y la repercusión que en su ánimo de futura escritora tuvieron las críticas escritas y radiofónicas, a favor o en contra, según el país donde fuese leída la novela, publicada en más de veinticinco lenguas. Es una obra dura y sincera que marcó a toda una generación de lectores y que no ha dejado de estar vigente hasta el momento actual, pues el contrato editorial ha sido recientemente renovado. Es, por tanto, una novela de actualidad que debe ser leída con imparcialidad y entusiasmo.
- “Misterios del cristianismo: La verdad sobre algunos enigmas de la Iglesia” (Steven Borgerhoff y Kristof Lamberigts, Ediciones B, 2008). No aporta nada nuevo. Es una obra más acerca de algunos acontecimientos, fantasías y teorías en torno a la Iglesia Católica y el Vaticano. No desvela nada, tan sólo refiere e informa. Nace al amparo de las recientes publicaciones que ponen en el punto de mira de la crítica a la Iglesia Católica y a su Estado. Su contenido es muy limitado, a saber: El sudario de Turín, Las visones de Fátima, Los manuscritos del Mar Muerto, Padre Pío, El Santo Grial y La Virgen de Civitavecchia. Es una obra que no conmueve. Lo dicho: para leer en tiempos muertos y como artículos para curiosos.
- “Millo verde” (Xosé Fernández Ferreiro, Xerais, 2002) es una novela que sigue la línea de otras del autor con la novedad de que toca un tema social en relación con la docencia y la fragilidad de los docentes ante cualquier calumnia; muy de actualidad en los tiempos que corremos. De una calumnia se trata, dirigida contra un profesor al que la sociedad acaba marginando y que no puede evitar el sufrimiento de su familia; se tambalea su profesionalidad, su honor como persona, su seguridad como ser social, sus principios por no poder explicarse ante el riesgo de salpicarse con más basura. Escrita en Galego, es de fácil lectura y comprensión, recomendable para ser leída en medios docentes. Es una novela preciosa y meritoria.
- “La misteriosa llama de la reina Loana” (Umberto Eco, Ed. Lumen, S.A., 2005) es otra obra de ficción extraordinaria del autor italiano padre de “El nombre de la rosa”. Como siempre, es una novela cargada de erudición y conocimiento, que hay que leer con detenimiento para entenderla y serenidad para que no agobie. Novedosa por la cantidad de ilustraciones que aporta, que retrotraen al pasado a fin de rellenar el presente del personaje central de la obra, cuya memoria actual y reciente, personal y emotiva, se ha perdido a consecuencia de una enfermedad. Es una novela irónica y tierna, nostálgica y sensual, desconcertante y novedosa. Debe ser leída.
- “Los hombres que no amaban a las mujeres” (Stieg Larsson, Círculo de Lectores y Ediciones Destino, 2008). Es la primera parte de la trilogía que el autor sueco, fallecido prematuramente en 2004 en plena madurez intelectual, ha dejado manuscrita e inédita bajo el título global de “Trilogía del Milenio”; en 2006 fue considerada como la mejor novela de misterio de autor nórdico y se le otorgó el prestigioso premio “Llave de Cristal”. Desde mi humilde punto de vista se trata de una buena novela, aunque francamente tediosa en sus doscientas primeras páginas; es de planteamiento diferente a las novelas del mismo estilo escritas por autores ingleses o americanos, más directos y concisos en sus planteamientos, como ya tengo comentado en otras ocasiones; no dudo de su valor literario, pero no me parece tanto como algunos críticos quieren hacernos creer. La trama consiste en la búsqueda del culpable de un asesinato ocurrido hace treinta y seis años, que resulta ser el autor de una serie de desmanes en serie, con implicaciones familiares de gran trascendencia de las que no se libra ni el que parece el más inocente de la saga. Esta novela debe ser leída, a la espera de la publicación de su última parte, pues la segunda ya la tengo sobre mi mesa, con el sugerente título de “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina”.
lunes, 17 de noviembre de 2008
Demasiado desconcierto académico y social
Sí se hacen y conocen inventarios publicados en los medios de información – estamos, cada día más, en un país de estadísticas – pero su aplicación práctica sigue sin conocerse.
Acaso no importe a las autoridades que los profesores se vean ridiculizados por los sujetos sociales a cuya formación están encomendados – los alumnos, de los que ha de depender el futuro del país -, que sean agredidos en privado o públicamente, que se publiquen dichas agresiones en Internet o por mensajes a móvil, que sean filmados por los propios alumnos - ¿existe premeditación y alevosía en su elaboración tan minuciosa? -, que el índice de afectación síquica en los docentes alcance tamaños porcentajes, que muchísimos de ellos sufran depresión severa y que sus familias sufran las consecuencias, que los agresores no puedan ser sancionados seriamente, que el profesor haya de adoptar una posición vergonzante y casi se vea obligado a tener que pedir perdón por no ser capaz de controlar a tanto energúmeno y sinvergüenza, a veces amparados por los propios tutores, los jefes de estudios y los directores que, para evitar la competencia, para que no trascienda la imagen deteriorada del centro o para proteger su propia responsabilidad, aconsejan a los compañeros afectados que callen los incidentes, que se dobleguen y se esfuercen, si no por enseñar, al menos – suena a chirigota - por manifestar cariño hacia los agresores -.
¿Qué más se le puede exigir a un profesor afectado?, ¿qué tipo de heroísmo se pretende que manifieste, en contra de su propio prestigio y categoría?, ¿a qué nivel queda su capacidad como responsable del aula si se merma tan descaradamente su ascendiente? ¿No sería ecuánime darles clases de defensa personal, dentro del cupo de los numerosos cursillos que se les obliga a realizar para conseguir puntuación, cuyo contenido nada suele tener que ver con la labor que deben desarrollar en el futuro?.
¿Cuánta gente se nutrirá de los pagos que, para ser admitidos a opositar, han de pagar los novatos por los cursos convocados al efecto, consensuados con los sindicatos, a costa del peculio familiar, de tantas y tantas horas de sacrificio durante el tiempo de preparación de la misma oposición, y de tan numerosos desplazamientos kilométricos?. ¡Qué tantos favores se les estarán pagando a los sindicatos para que éstos acondicionen las normas que protejan al cuerpo de interinos, con el fin de no permitir que compitan en igualdad de condiciones con los opositores de nueva generación y corran el riesgo de que les puedan usurpar las plazas que se convoquen, muchas de las cuales ellos están ocupando! Porque hay un hecho cierto: los que no ocupan su plaza previa demostración de su valía, salvo honrosísimas excepciones que lo siguen demostrado a diario, generalmente se adocenan, no estudian y no evolucionan, ni en técnicas ni en conocimientos, porque nada ni nadie les acucia pues ya están asentados tanto laboral como socialmente. Lo grave es que, generalmente, muchas de estas plazas, entiéndase puestos de trabajo como funcionarios, han sido concedidos a dedo, a cambio de favores o por motivos de parentesco y beneficio político.
Resulta poco menos que escandaloso que las autoridades académicas digan que no están dotadas de los adecuados métodos coercitivos o de penalización para poder imponer su autoridad. ¿O no quieren porque políticamente no interesan?; ¿qué o quién les impide reivindicar sus derechos?; ¿qué tipo de inspecciones se realizan en los centros?
¿Tal vez no proceden porque ellos mismos se sienten amenazados por el alumnado a su cargo?, ¿tal vez porque sus superiores en rango les vuelven la espalda?, ¿tal vez porque el cuerpo de profesores del claustro que dirigen carecen de la formación, autoridad y capacidad suficientes, o ellos mismos son tan débiles que no pueden aplicar doctrina porque les pueden sancionar o amenazar con obligarles a cesar en el cargo si hacen evidentes tales desmanes y abandono de sus funciones?, ¿tal vez porque “la puntuación”, si cumpliesen estrictamente con su obligación, no les sería aplicada y les evitaría la posibilidad de un futuro desplazamiento para huir de la anarquía en la que actualmente están inmersos?...
¿Dónde está el criterio de autoridad? No es comprensible que los alumnos campen a sus anchas dentro del aula y del centro de enseñanza, impidiendo la docencia y que los profesores puedan dictar sus lecciones, mucho menos - ¡en qué cabeza cabe! - hacer enseñanza participativa, pues, ¿quién sería capaz de hacerlo, sin merma de su juicio o de su integridad física, inmerso en semejante barahúnda como son el aula y el centro habitualmente? Porque es asiduo - ¿acaso es una “norma tácita” en los centros? – que dentro de las salas los alumnos corran, salten, griten, se desplacen, porten gorras, quemen objetos, destrocen mobiliario, se metan debajo de los pupitres, asalten la mesa del profesor, se tiren cuescos – que son aplaudidos por los compañeros/as y reídos, desgraciadamente, por algunos profesores consentidores que presumen de democráticos -, quemen objetos, lancen cosas por las ventanas y se las arrojen unos a otros con riesgo de herirse, utilicen móviles – aunque se diga que están prohibidos -, se mofen del profesor en su propia cara, se insulten entre ellos a voz en grito…
¿A dónde vamos con estas circunstancias tan adversas? ¿Qué podrá ocurrir con los alumnos que de verdad quieren aprender? ¿Cuál será el futuro que espera nuestros enseñantes?...
sábado, 15 de noviembre de 2008
El poder del capital
Grisham es el maestro del thriller judicial, abogado especializado en Derecho Civil y Penal, y novelista, autor de Tiempo de matar (1989), La Tapadera (1991), El informe pelícano (1992), El cliente (1993), Cámara de gas (1994), Legítima defensa (1995), Causa justa (1996), El socio (1997), El testamento (1999), La Hermandad (2000), La citación (2002), El rey de los pleitos (2003), El último jurado (2004) y El intermediario (2005).
El antecedente novelado más reciente que he leído acerca de la razón fundamental de la trama – el poder del dinero frente a la irresponsable lesión social - ya se insinuaba en El jardinero fiel ( The constant gardener), de John Le Carré (Poole, Inglaterra, 1931), que también ha sido llevada al cine (2005), con éxito, dirigida por Fernando Meirelles, con guión de Jeffrey Caine, e interpretada por Ralph Fiennes, Rachel Weisz, Danny Huston, Bill Nighy, Pete Postlethwaite, Bernard Otieno Oduor y Donald Sumpter. La novela y la película denuncian las irregularidades de la industria farmacéutica, que obtiene exagerados beneficios a costa de la salud de las gentes con las que ensayan sus experimentos, sobre todo utilizando a las de los países más pobres del planeta (en este caso era Kenya, cuyos habitantes han de vivir con menos de un dólar al día). Dice el escritor que esta industria contiene “un lado muy oscuro en el que se mueven enormes cantidades de dinero, un secretismo patológico, corrupción y avaricia”. Los gobiernos del Norte y del Sur están en connivencia con ella. Paralizar dichos experimentos, cuando se descubren, supondría una gran pérdida económica y la oportunidad para que las empresas y gobiernos de la competencia tuviesen una oportunidad para sustituirlas; por eso se persiste en el mantenimiento del engaño y del abuso. Manifiesta que las multinacionales farmacéuticas dedican muchos menos recursos de los que afirman emplear en la investigación y dedican muchos de ellos al marketing y al enriquecimiento ilegal de determinados personajes y entidades, para lograr sus fines, cuando no, aunque manteniéndose al margen de su conocimiento para evitar su implicación directa, a poyar la mercadería de seres humanos, órganos, armamento y droga ilegal. Para colmo, tales investigaciones nada suelen tener que ver con los países en las que se ensayan, sino con patologías propias de los países occidentales y ricos del planeta, ignorando prácticamente las enfermedades endémicas de los países empobrecidos, incluida la hambruna y sus consecuencias.
En La apelación, Grisham recurre al daño producido en una población de Estados Unidos, a través del agua potable contaminada por los vertidos irregulares e incontrolados de una planta química. Como consecuencia: aumento acentuado de enfermedades tumorales y degenerativas en la población afectada.
Un bufete de abogados se encarga de la defensa e invierte todos sus medios materiales y compromisos laborales en ella; consiguen ganar el juicio, espectacular por la cantidad asignada por el juez, y ponen en un aparente serio aprieto al magnate dueño de la fábrica, que trasciende a los medios de comunicación.
Como cabe la posibilidad de recurso, el cuerpo de abogados de la empresa lo presenta, con el fin de provocar una demora lo más extensa posible en la resolución. A la vez que el bufete defensor se debilita por la prolongada espera, mermando progresivamente su economía y ánimo, los afectados se desesperan porque sus subvenciones no llegan y se van muriendo poco a poco los más perjudicados. A la vez, la gran empresa arguye sufrir severas pérdidas, utilizando incluso a la Bolsa y a su imagen dañada en el campo empresarial, mientras que otras empresas subsidiarias crecen y van enriqueciendo al magnate. Este individuo, utilizando su capital comienza a tentar y sobornar a políticos de las Cámaras para que apoyen la candidatura de un cuerpo jurídico corrupto, para derrumbar al vigente, que se mueve dentro de la sabiduría legal y no es útil para sus propósitos, y lo logra. Al final, los afectados reciben cantidades pírricas y engañosas, el bufete defensor se sume en la inanición, la fábrica se traslada y cambia de función, y el magnate se crece porque la legalidad comprada le enaltece y sigue enriqueciéndose, aunque comparta sus ganancias con los nuevos asalariados. La apelación, por tanto, resultó, al fin, ser exitosa.
Es evidente que el dinero no lo es todo, pero lo puede casi todo cuando se le aplica adecuadamente (no digo inteligentemente, pues los inteligentes no suelen ser ricos), y más cuando con él se compran almas y poderes, pues ya el dinero en sí es poder; si a ello añadimos que la ambición no tiene límites, la avaricia es universal y el ser humano es el más débil de los seres, tenemos elaborado el esquema del fatalismo. Ante la corrupción nada pueden las conciencias. Ante el bienestar de aquellos pocos, de poco importa la salud de la mayoría. Parece ser que todo es vendible y que siempre hay alguien dispuesto a comprar. Suele ser común que la ley se parezca sobremanera a la ilegalidad. Paradójicamente, el que más tiene puede no ser el más odiado, pero sí es el más respetado. Cuanto más insensato, pero más rico, es uno, más arbitrario resulta en su proceder. Las consecuencias son impredecibles, como puede deducirse de la lectura de esta obra de John Grisham.
Cuando la estaba leyendo, se estaba desarrollando la campaña de elecciones en los Estados Unidos de América. Al leer en la prensa la inmensa cantidad de millones de dólares que se estaban empleando en ella, se me ponía la carne de gallina...